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El saldo de muerte y destrucción que ha dejado el tsunami del Golfo de Bengala da paso a las preguntas retóricas que, de nuevo, se (nos) hacen los organismos internacionales de ayuda y muchas ONG acerca de si se podría haber evitado que una catástrofe, como la del 26 de diciembre, se convirtiese en una de las mayores crisis humanitarias conocidas en la historia.

Y digo que son preguntas retóricas porque tanto los organismos internacionales como las ONG conocen y disponen, desde hace tiempo, de muchos informes que prueban que las consecuencias de los desastres pueden minimizarse al máximo.¿ Por qué, entonces, ante un acontecimiento de este tipo se empeñan, de nuevo, en confrontarnos con preguntas de este estilo?¿ Cuál es el objetivo que les mueve a hacerlas?¿ Qué tipo de respuesta pretenden del público en general?. Podríamos analizar los motivos, que a bote pronto, los localizo, por un lado, en querer eximirse de ciertas responsabilidades, que han asumido, por decisión propia, en el caso de las ONG, o por mandato político, como en el caso de los organismos del sistema de Naciones Unidas; y, también, en una característica que tienen en común: su debilidad estructural y política.