Pensar en el desempleo como una categoría de análisis para el estudio de la realidad contemporánea conlleva una atracción, arriesgada y pertinente, para repensar la historia de la humanidad a través de las tensiones que subyacen a la idea abstracta de producción en general. Una hipotética historia del desempleo arrojaría luz sobre cómo han evolucionado o involucionado–desde las sociedades antiguas hasta nuestros días–las formas originarias de relación entre el trabajo necesario para vivir y el cuidado del medio ambiente. Bajo esta perspectiva, para ciertos periodos de la historia la categoría del desempleo carecería de gravidez; tendría otros nombres o habría otras maneras de referirla, sin la carga de un consumo desequilibrado de recursos naturales. Si nos atenemos a lo que ocurre en nuestras sociedades contemporáneas, la reflexión acerca de por qué el desempleo es una preocupación global, puesta con urgencia en un primer plano, debe ser considerada críticamente por la investigación y la gestión educativas para el diseño curricular que tendremos en las siguientes décadas. Diversas problemáticas hilvanan el tema del desempleo global (OIT, 2013) y expresan su complejidad multifactorial. Sin embargo, esta introducción se enfoca–a modo de sugerencia–en dos constantes implícitas: el egreso y el desempleo profesional.
La primera constante se refiere a cómo el desempleo global pone en riesgo uno de los ejes de la economía actual: el consumo. En esta constante, una paradoja recorre el sistema de libre mercado y de enriquecimiento desigual: el desempleo, en tanto negación del poder adquisitivo, significa descenso o ausencia de consumo; sin consumo la producción sufre un periplo contradictorio capaz de poner en crisis el destino de la producción en general y, por tanto, el del flujo de capitales que renuevan el ciclo y animan sus mecanismos de consumo (Marx, Grundrisse 1857-1858, citado en Dussel, 1985). La gravedad del desempleo en esta constante queda potenciada por una crisis aun más profunda: el desempleo juvenil y el desequilibrio ambiental, que van en aumento. Precisamente, porque ambos rebasan la inmediatez de nuestros días, van escalando a proporciones no atisbadas y se proyectan, de modo decidido, para causar un impacto que configurará las próximas dos décadas. El caso del desempleo juvenil