Nadie puede negar la enorme influencia de los medios de comunicación en la sociedad contemporánea. La prensa funciona como una compleja maquinaria de reproducción discursiva, que, alimentada de palabras, transmite sin cesar mensajes a los ciudadanos en una carrera vertiginosa. Sabemos que el poder, la dominación, la desigualdad y el conocimiento se hallan enhebrados por el discurso en general, y el de los medios en particular. Por eso resulta crucial desentrañar sus claves; ello explica que aspectos como la retórica o la elocuencia hayan tenido siempre un papel destacado en los estudios humanísticos. Hoy más que nunca, las preguntas de los maestros siguen siendo las nuestras:¿ Quién controla el discurso?¿ Es posible medir su eficacia?¿ Cuáles son los mecanismos que garantizan la persuasión?¿ Qué ocultan las palabras?
De todas las hipótesis sobre el origen del lenguaje—que continúa siendo objeto de discusión para la ciencia—resulta especialmente llamativa la que sostiene que la comunicación pudo haber surgido como estrategia de dominación; el ser humano, de acuerdo con esta idea, habría desarrollado esta facultad primordial para adaptarse al medio en su necesidad constante de sobrevivir. Así, en buena lógica, cabe imaginar que se hizo necesario comunicarse de un modo complejo con otros para enseñar y advertir de los peligros a la prole, para colaborar, para