2 profesional. Como denunciaba Monereo (1999), para un buen aprendizaje, se requiere utilizar estrategias específicas para diseñar y promover situaciones de aprendizaje potentes y contextos enriquecidos, que más allá de la intuición o la experiencia (muchas veces consciente, pero otras tantas de manera inconsciente o implícita), por lo que se puede hablar de prácticas eficaces de enseñanza (Bolívar y Domingo, 2007). Es decir, si se quieren alcanzar aprendices competentes, será preciso disponer de un conjunto de conocimientos, estrategias y competencias para que los procesos de toma de decisiones que hay que acometer se pueda disponer ordenada y contextualmente, de un conjunto de elementos necesarios para que dicha elección o desempeño de una tarea sea educativamente productiva y socialmente interesante (Domingo, 2015). Obteniendo, además, evidencias del grado de logro, para poder actuar formativamente en consecuencia.
En este sentido, se requiere de una actualización constante de una serie de dimensiones: un ubicarse contextual y académicamente, una reflexión profesional recurrente y paralela al desarrollo del proceso de enseñanza-aprendizaje, un chequeo permanente del mismo (tanto en productos como en procesos) y con consecuencias conscientes y eficaces en la planificación, el desarrollo y la evaluación (tanto a nivel general como particular o personalizado).