En 2004 la marca Dove puso en funcionamiento una campaña publicitaria en medios de comunicación titulada genéricamente “Por la belleza real” que apelaba a una nueva belleza más natural, con cánones y estereotipos menos agobiantes y restrictivos, reivindicando así la belleza de los millones y millones de mujeres que no son modelos profesionales.
Según Berganza y Del Hoyo (2006), dos son las características básicas de los estereotipos: la representación simplificada de la realidad y la resistencia al cambio, pudiendo afirmar que los estereotipos y la publicidad que los reproduce cumplen una función ideológica. A su vez resulta difícil concebir la publicidad sin el uso de estos estereotipos. En esta misma línea, Cáceres y Díaz (2008: 312) advierten de las dimensiones culturales, sociales, ideológicas y políticas de la publicidad, afirmando incluso que nuestra percepción y nuestra vivencia del cuerpo están mediadas culturalmente. En principio esta propuesta de Dove parecía que pudiera liberar un poco a la mujer de su carga secular de tener que estar siempre bella, pero reflexionando un poco más sobre el tema, enseguida se aprecia que no subvierte los cánones de belleza establecidos sino que, al reivindicar una apertura, una relajación de las normas, se está reconociendo la existencia de las mismas y su importancia. No se le dice a la mujer que ya no es preciso que se preocupe por su aspecto, que ya no es importante su aspecto físico para poder vivir en armonía y sentirse feliz, sino