Todo lector aficionado a la literatura irlandesa, todo estudioso o crítico que se acerque a la producción literaria de Irlanda, inevitablemente es testigo del desequilibrio numérico que existe entre las obras escritas por hombres y aquellas creadas por una pluma femenina. Todavía a principios del siglo XXI es preciso hacer un esfuerzo por encontrar nombres de mujeres en las estanterías de las bibliotecas y temas relativos a la mujer, lo que indica que los estudios sobre una mitad de la población siguen siendo minoritarios. En base a estas reflexiones, el estudio de la literatura irlandesa de los siglos XIX y XX no estaría completo si no dedicase al menos un capítulo exclusivamente a esta realidad artística largamente olvidada.
Como ha señalado Maaike Meijer, la crítica literaria feminista comienza cuando el lector opta por la perspectiva e intereses de las mujeres (1995: 26). Así pues, estas páginas se justifican desde una perspectiva de género y tal como Christine St. Peter afirma, sus contenidos comprenden cuestiones centrales para las mujeres (2000: 150); esto quiere decir que no tienen por qué ser explícitamente feministas y que abarcan una temática muy amplia. La crítica feminista constituye un enorme corpus filosófico que abarca muy diversas posturas. En ocasiones, las autoras y sus novelas podrán considerarse “ficción genéricamente feminista” en cuanto fenómenos artísticos que persiguen tres objetivos fundamentales: la desconstrucción del concepto ideológico de feminidad; la desconstrucción del modelo de narrativa patriarcal; y la desconstrucción del modelo de narrativa burguesa, por entender que todos ellos ensalzan la figura del hombre blanco de clase media como referencia universal (Crany-Francis 1990: 238). Christine St. Peter, por su parte, señala que una obra es feminista sólo si trata el tema de género como una construcción social que de modo particular pone en desventaja a las mujeres y si reconoce que éste es susceptible de ser cuestionado, transgredido e incluso reconstruido (2000: 151). Puesto que la diversidad de definiciones en torno a la literatura que puede o no ser feminista es amplia y evoluciona con el tiempo, finalmente hemos tomado como referencia la postura de Mary Eagleton, quien considera que la autora, ya se reconozca feminista o no, puede crear tales efectos en su obra sin que éste sea su propósito de forma consciente. Así pues, volviendo a la valoración de Meijer y sin querer caer en esa marginalidad que precisamente rechazamos, las autoras reseñadas en este capítulo y sus obras se justifican por el interés que suscita el amplio tema de la mujer, bien desde la perspectiva de la autoría, bien desde el estudio de la novela como producto literario, bien desde el análisis