El grupo del doctor Vincent Cheng de Hong Kong advirtió lo siguiente en un artículo publicado en Clinical Microbiology Reviews en 2007:«La presencia de un gran reservorio de virus similares al SARS-CoV en murciélagos de herradura, junto con el hábito de comer mamíferos exóticos en el sur de China, es una bomba de tiempo. Hay posibilidad del resurgimiento del SARS y otros virus nuevos provenientes de animales o laboratorios y, por lo tanto, no debería ser ignorada la necesidad de preparación» 1. Esta, junto con otras advertencias, fueron pasadas por alto y los resultados de la catástrofe epidemiológica—que aún no cesa y crece de manera exponencial—, son más que evidentes.

Pero ahí no termina la cosa y las advertencias continúan. En el momento de escribir esta editorial, cuando los brotes de una segunda ola amenazan con comenzar en los países del primer mundo y Latinoamérica está siendo azotada de manera impresionante por la primera oleada de contagios,—superando ya a todos los países del mundo en número contagiados y de muertos—, un grupo interdisciplinario de varias instituciones de Inglaterra vuelven a señalar en la revista Nature, el 5 de agosto de 2020, acerca de los riesgos asociados con la expansión global de las tierras agrícolas y urbanas en detrimento de las zonas boscosas que se pronostica para las próximas décadas, lo que tiene el potencial de crear crecientes interfaces peligrosas de exposición a patógenos zoonóticos 2, con el consecuente riesgo de aparición de nuevas enfermedades transmisibles que generarían nuevas pandemias. Por tal razón, si no se toman medidas adecuadas para proteger la biodiversidad y prevenir el surgimiento de nacientes infecciones zoonóticas letales, vamos a tener que convivir con la expansión global de nuevas enfermedades en las próximas décadas.